Ésta es una gran oportunidad para que nuestra sociedad incremente tanto la calidad de la producción informativa en época de crisis como la formación ciudadana en materia de usos de medios masivos.
Febrero: terremoto y tsunami. Marzo: inicio de clases (donde se pueda). Estos dos importantes hechos nos permiten -una vez más- insistir en la necesidad y, por qué no, la urgencia de implementar una educación de medios o en términos más generales una educación para la comunicación, considerando la centralidad de la comunicación mediada no sólo en nuestra vida cotidiana, sino en los hechos extraordinarios y dolorosos del 27-F. Los medios masivos y las TI (tecnologías de la información) nos acompañan y ayudan a formar una visión del mundo, a la vez que nos informan y ayudan a construir el relato de desastres de todo tipo que nos golpean al interior de nuestro país y a nivel mundial.
En cualquier caso -ordinario o extraordinario- las narrativas mediáticas son vitales para acceder a la significación y tomar sentido de los hechos que están más allá de nuestra vivencia directa. Dicho de otra forma: una realidad que podemos aprender únicamente con nuestros sentidos y el auxilio de dispositivos técnicos. Pero, ¿por qué es importante la Educación de Medios en la escuela y la familia? Es evidente que dependemos de los medios masivos y las TI para obtener información y darles sentido a los eventos normales y a-normales, a los cuales accedemos mediante distintos tipos de relatos que corresponden a las particularidades de cada medio y sus géneros y secciones. En general, se aprecia cierta claridad en las personas respecto de las diferencias entre distintos medios y géneros. El Departamento de Estudios del Consejo Nacional de Televisión (CNTV) desde hace tiempo viene generando evidencia de que las personas tienen claro un género televisivo de otro, incluso los matices dentro de un mismo género; tal es el caso de las telenovelas, las distinguen por su procedencia y tipo de narrativa entre venezolanas, chilenas, brasileñas, mexicanas, etcétera. Esto requiere una capacidad de hacer distinciones, pero no necesariamente implica manejar herramientas para “tomar distancia” frente a un programa que, apelando a las emociones (golpes bajos el cinturón, dirían en el boxeo), va configurando una visión parcial de la realidad.
En el caso del último terremoto, tsunami y consecuentes réplicas, también debemos disponer de herramientas y conceptos para tamizar y distinguir el sensacionalismo de la información pertinente y necesaria para comprender lo que vivimos. Así como en las escuelas se disponen procedimientos para evacuar los edificios en caso de un evento extraordinario y urgente, es necesario formar a nuestros estudiantes sobre las gramáticas mediales de las catástrofes, de manera que dispongan de elementos para no caer en conductas y emociones inadecuadas.
Está claro que seguiremos por unos meses con las réplicas naturales y simbólicas, es necesario que se disponga de información para procesar crítica y subjetivamente los mensajes mediales. Por tanto, los desafíos no se expresan sólo en el plano de la cotidianidad, sino frente a los sucesos vividos estas últimas semanas.
Por otra parte, es recomendable que en las familias se fortalezcan el diálogo y la orientación de los padres/adultos sobre lo visionado y leído en los medios masivos, de manera de no acentuar la ansiedad y la angustia en los niños y jóvenes. Hoy resulta apremiante la preparación frente a los eventos ya referidos, lo que no sólo implica tomar medidas respecto de los bienes y equipamientos físicos, y los repertorios conductuales adecuados para el momento, sino formar en comunicación y recepción crítica de medios masivos y TI. Ésta es una gran oportunidad para que nuestra sociedad incremente tanto la calidad de la producción informativa en época de crisis como la formación ciudadana en materia de usos de medios masivos.