El cyber es un punto de encuentro entre las personas del barrio, y el sitio donde ha surgido un nuevo tipo de profesional de la educación: el administrador del cyber.
Desde hace algunos años, los gobiernos de América Latina, y de Chile en particular, se han empeñado en hacer transitar a nuestros países hacia la Sociedad de la Información. Sin embargo, no existe consenso en lo que esto significa a nivel conceptual ni tampoco la totalidad de los grupos e individuos se ponen de acuerdo con este camino y destino. Hace poco la Cepal, en su programa Sociedad de la Información, publicó un informe que da cuenta de los avances de las políticas públicas en la región en cuanto al tema.
En Chile, la instalación y extensión de las Tecnologías de la Información (TI) ha recibido el impulso del Estado y del mercado. Éstos han sido los actores protagónicos que le han dado sentido y fuerza a la digitalización, tanto a nivel de organizaciones como de los individuos. Las TI han sido introducidas en varios planos, pasan desde la entretención a la escuela, de la política a los negocios, del contacto con los amigos/parientes que están lejos de nuestros hogares hasta el compañero de trabajo que está a pocos metros. Hasta ahora los esfuerzos de políticas públicas a nivel macrosocial han tenido su trayectoria y han cumplido -en mayor o menor medida- con sus objetivos.
Sin embargo, las TI son utilizadas por los individuos ya sea en forma coercitiva (demanda laboral) o por propia voluntad, y aquí aparecen no sólo las diferencias individuales, sino las socioculturales y económicas. Las preguntas que saltan de inmediato son: ¿cómo usan los sujetos las TI? ¿Hay particularismos asociados a grupos específicos? ¿Qué limitaciones existen para la integración de las TI en función de especificidades personales y sociales?
Algunas respuestas emanan de investigaciones de tipo cuantitativo que buscan medir el grado de extensión de las TI, y además quiénes y cómo las usan. En este sentido, está claro que las desigualdades de cuna facilitan a unos y dificultan a otros el acceso a las herramientas digitales. Por otra parte, la edad también marca diferencias en los usos de las TI. Sin duda que falta avanzar mucho al respecto, considerando la velocidad de los cambios por innovación en los dispositivos digitales (tres meses equivalen a un “año” de cambios en internet), aunque también es cierto que una focalización en estudios cualitativos permitiría no sólo medir, sino comprender.
El objetivo central al que apunta toda política pública en materia digital es facilitarles acceso a los sectores pobres, y a quienes geográficamente estén distantes de la acción de las compañías privadas. En el caso de los pobres urbanos, el acceso tiende a darse en cuatro ámbitos distintos: el hogar, la escuela, el cyber y las casas de parientes/amigos. Obviamente, esta dispersión se debe tanto a las dificultades para contar con un computador propio como a tener conexión de banda ancha. El cyber es el espacio digital más actualizado tecnológicamente, los niños/adolescentes pueden jugar online y los mayores pueden establecer, por ejemplo, conversaciones mediante una pantalla y un micrófono con familiares radicados en otras latitudes. Por otra parte, los usos que, en general, hacen los pobres están asociados con acciones de comunicación interpersonal mediada, tales como desarrollo de tareas escolares, actividades lúdicas y búsqueda de trabajo o de mejores empleos.
El cyber es un lugar donde se concentran los usos mencionados tanto a nivel de computador como playstation. Además, es un punto de encuentro entre las personas del barrio, y el sitio donde ha surgido -curiosamente- un nuevo tipo de profesional de la educación: el administrador del cyber, porque es la persona que a menudo recibe el encargo de estudiantes de “hacer” determinada tarea, lo que implica buscar la información e imprimir el documento que se entregará en la escuela, mientras el niño/adolescente responsable juega en un equipo digital o sale a dar una vuelta. Por unas monedas, el administrador entrega el “trabajo” listo para ser presentado en clases.
Esto plantea a los docentes el desafío de evitar el “copiar-y-pegar”, y a la vez da la posibilidad de entender los usos del cyber como un espacio de desarrollo múltiple de las TI, de mostrar toda la potencialidad que éstas tienen no sólo para labores escolares, sino como vehículo para la formación ciudadana. Miremos y escuchemos estos “nuevos” fenómenos en el diseño de políticas públicas para hacerlas más innovadoras y cercanas a la gente.