Por Claudio Avendaño Ruz, director magíster en Comunicación Universidad Diego Portales
No hay profesor/héroe, ni situaciones felizmente resueltas, se plantea dramática y, en algunos pasajes dolorosamente, que la exclusión es un tema que debatir.
En estos días están exhibiendo una película francesa que relata la vida de una sala de clases, entre los muros de una escuela pública. La clase está formada por adolescentes, muchos hijos de migrantes. Está basada en el libro homónimo del escritor y docente François Bégadeau quien, además, es el coguionista y actor principal. El filme recibió la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2008. Como toda obra cinematográfica, se trata de una lectura y representación de la realidad. No es verdad lo que vemos, sino una construcción artística que, en este caso, resulta verosímil por los temas que toca y la coincidencia de lo planteado con nuestro acontecer.
Su relevancia está en que nos describe con maestría y nos conmueve con muchas situaciones que hoy encontramos en nuestras escuelas y liceos. Resuenan las acciones presentadas, lo que se ve reforzado por el estilo docu-ficción.
Cada cual verá y vivirá la película de manera diferente, algo inherente a su carácter polisémico. Algunos pueden ver solamente el conjunto de dispositivos y libretos conductuales que debieran manejar los docentes al enfrentar situaciones complejas en las salas de clases, y pareciera que la solución sólo es capacitar a los docentes abiertos de mente, corazón y bien dispuestos para enfrentar problemas. Para otros será resolver los temas propios de la agenda de las políticas educacionales. Éstos son parte de los problemas y bastante relevante por cierto… pero son sólo partes.
En primer lugar, la mayoría de las situaciones que se plantean no son resultado de lo que pasa dentro de la escuela, sino del contexto sociocultural y familiar de los estudiantes. Esto es históricamente evidente, pero la pregunta es qué elementos del entorno contemporáneo son relevantes y se deben tomar en cuenta para entender el “intramuros” de la escuela. Desde un punto de vista comunicacional, hay una evidente dificultad para encontrar-nos, comunicar-nos. Los adolescentes tienen una mochila simbólica que en la mayoría de los casos genera distancias y malos entendidos. En una escena del filme, una palabra significada de modo distinto da pie a un grave conflicto. Pero no se trata sólo de palabras, sino del contexto simbólico-cultural diferente en que se mueven estudiantes y docentes. Por ejemplo, la sala y el patio representados son muy distintos no sólo en su sentido tradicional (deber vs. placer; juegos vs. reglas; sillas/mesas vs. celulares, PSP). Vemos cómo algunos metros más allá del aula podemos conversar, dialogar y manifestar diferencias. Los adolescentes de aquí y allá generan y vive en un plano simbólico mediatizado tecnológicamente que, al parecer, ni siquiera les interesa compartir con los adultos.
Esto no implica pensar en un “muro” generacional, sino en dinámicas complejas en que conviven al mismo tiempo acciones que sólo son legibles para el intragrupo excluyendo al resto, pero también una valoración de la convivencia afectiva en la familia. Las identidades preformativas de los adolescentes y jóvenes están construidas sobre el relato que ellos van elaborando. Son variadas entre ellos y no tienen un carácter permanente, son más bien líquidas y en constante re-construcción. El fotolog, por ejemplo, es una forma de construirse un diario de vida que ya no sólo habita en la intimidad, sino que integra el espacio virtual donde los límites entre lo privado y lo público son difusos.
En películas de hace unas décadas, como por ejemplo “Al maestro con cariño”, “La sociedad de los poetas muertos” o “Los coristas”, se planteaba que la acción alternativa o creativa de un docente/héroe lograba establecer una comunidad con los estudiantes, darle sentido al proceso educativo y a la escuela como institución social. En la película “Entre los muros” no es así, incluso en un caso la escuela y sus procesos de enseñanza-aprendizaje ni siquiera “pasan” por una estudiante. No hay profesor/héroe, ni situaciones felizmente resueltas; se plantea dramática y, en algunos pasajes dolorosamente, que la exclusión y las nuevas identidades juveniles son temas que hay que poner al centro del debate. Muros de “carne y piedra”, como decía Sennet. Hay que mirar la multidimensionalidad de nuestros adolescentes y de ahí re-pensar la escuela. No más una sala vacía y un patio con risas.