Por Claudio Avendaño Ruz *
OBSERVATORIO DE LA COMUNICACIÓN
Frontera en el centro urbano
Que Santiago no es Chile, ya es un lugar común aunque a menudo olvidado por los santiaguinos. En el ámbito de la producción académica, desde regiones se han generado aportes importantes al campo de la comunicación. Tal es el caso de la revista Perspectivas de la Comunicación, que impulsa con perseverancia Carlos del Valle desde la Universidad de La Frontera en Temuco. Aunque reciente, esta publicación es un espacio abierto para especialistas y lectores. Tiene la cualidad de ser una de las pocas revistas “no corporativas”, condición tan frecuente en el área de las disciplinas sociales y de la comunicación.
En su número inaugural presenta un artículo que no deja indiferente. “Migrantes peruanos en la proa de la Plaza de Armas de Santiago de Chile: de umbrales a indicios de híbridez cultural”, de Ximena Póo (www.perspectivasdelacomunicacion.cl/revista_1_2008/parte2_02.pdf). Aborda, desde la mirada comunicacional, un tema ya instalado y probablemente creciente: la inmigración. Su arquitectura conceptual desecha las limitaciones del enfoque mediocéntrico, que sólo entiende el acto comunicativo relacionado con los medios de comunicación y las tecnologías de la información. Asume que para comprender los procesos comunicativos es necesario incluir elementos socioculturales, desde los cuales los sujetos construyen interactivamente los sentidos sociales.
En nuestra experiencia personal, mediante fotografías o audiovisuales de la prensa, hemos observado a personas a un costado de la Plaza de Armas, y si caminamos por esa “pequeña Lima”, experimentaremos un conjunto de rostros, voces, aromas, nombres, música y otras expresiones de la otredad peruana.
Más allá de estas percepciones, Ramón Díaz Eterovic en “El color de la piel” (Lom, 2003) alude a esa subjetividad que sobrecoge: “Cuando se está fuera del terruño la tristeza es doble, -dijo- y luego dio una larga calada al cigarrillo-. Uno está en corral ajeno y no pasa un día sin que haya algo o alguien que lo recuerde: malas palabras en el bus, desprecios en la tienda donde compras, más retos de los que mereces en el trabajo, las miradas de la gente”.
Los 70 mil peruanos y peruanas contabilizadas en el censo de 2002 no sólo vienen en busca de trabajo, han traído su cultura y, por tanto, los continentes y contenidos comunicacionales que implica. En las relaciones con lo “chileno” y los chilenos se dan múltiples niveles de interrelación, desde “apropiarse” de un lugar para transformarlo en un espacio simbólico/cultural, hasta editar sus propios medios de comunicación.
Por nuestra parte (cultura hegemónica) poco se ha avanzado con el diseño de políticas públicas aunque sea de carácter multicultural y para qué hablar de avanzar hacia lo intercultural. No importa, la vida sigue y, de todos modos, han empezado a desplegarse ciertos elementos de comunicación intercultural, un espacio propio de lo híbrido, de la frontera que ha transformado un territorio físico en un espacio de comunicación.
La Plaza de Armas, en la esquina de Catedral y Puente, comienza a abrirnos un rasgo relativamente nuevo de la inmigración reciente de peruanos y peruanas. Ellos ocupan la calle y no se circunscriben a estadios de algunas “colonias”, como es el caso de ciertos grupos europeos. Ximena Póo lo describe así: “Se trata de un umbral temporal y espacial en donde migrantes peruanos, que han hecho de este lugar un espacio resignificado, han logrado levantar discursos y prácticas emergentes que interpelan al ‘otro’ al mismo tiempo que se abren puertas para puntos de encuentro y quiebre de experiencias que dialogan con una interculturalidad incipiente, ofrecida en primera instancia por una coexistencia diseñada por la necesidad y el mercado”.
Esta situación también conlleva una transformación en la manera de mirar la ciudad desde una perspectiva comunicacional. En muchas ciudades hemos visto la desaparición de ciertos tipos de casas (viejas, dicen) e incluso de barrios por la emergente edificación (en que trabajan los propios inmigrantes). Al mismo tiempo que la exclusión espacial de los pobres, los inmigrantes se han situado en el perímetro que bordea el centro político/empresarial/comercial. Y van dando paso a nuevos paisajes, pero no necesariamente en clave de dicotomías expulsadoras, sino más bien sitios híbridos, cuya consecuencia es la emergencia de nuevas significaciones, por la negociación que producen las nuevas prácticas. Así se configura una realidad distinta que, independiente de nuestras propias visiones y percepciones, va constituyendo un Chile distinto, pero carente todavía de relatos en comunicación para comprenderlo… salvo algunos como el referido.
Muchas familias chilenas tienen o han tenido migrantes en otros países. Además de su derecho a votar, tal vez deberíamos dilucidar lo que pasa al interior de nuestro país.
* Director magíster internacional en Comunicación Universidad Diego Portales