Este texto postula que el consumotelevisivo –si bien persigue la
entretención y/o la compañía- poneconstantemente en movimiento nuestros
valores familiares, ciudadanos y morales.Más que ningún otro medio de
comunicación hasta ahora, la pantalla chica nosretrotrae al ‘deber
ser’, a los sentimientos de protección hacia los másvulnerables o
maltratados en la sociedad, lo que hace que paradójicamente, sepueda
disfrutar del consumo televisivo, pero acompañado de críticas y
demandasque aparecen desproporcionadas frente a los altos índices de
audiencia. ¿Son distintos quienes ven televisión yquienes muchas veces
la desaprueban? Al parecer, esto no es así.
Cotidianeidad de la televisión
Nadie discute la enorme presencia de latelevisión en nuestras vidas. De acuerdo a nuestros datos[1],la
televisión es el medio que más se consume diariamente: en particular
latelevisión abierta, que el 80% de las personas ve todos los días. Más
allá dela frecuencia, el tiempo de consumo tampoco es menor. Según lo
que nos dicenlas audiencias, el consumo promedio de televisión alcanza
las tres horas para losque tienen sólo televisión abierta, con una hora
más para quienes tienen cable.
A suvez, la presencia de la televisión en la vida cotidiana de niños
y adolescentestambién es igualmente importante, destacándose como la
actividad más frecuenteal volver del colegio.
Evaluación de la TV
A la hora de evaluar el medio, surgen dosposiciones de evaluación. Una
que dice mayor relación con el goce de la pantalla, en la que ésta
adquierecaracterísticas casi antropomorfas: por ejemplo como el medio
más entretenido,cercano, educativo, informativo, veraz y pluralista. Y
una importante fuente decompañía.
Sin embargo, la televisión no está exenta decríticas, como por ejemplo
al sensacionalismo, y una cierta sospecha sobre su neutralidad
política, donde la radioaparece mejor posicionada.
Al analizar el nivel de satisfacción de lostelespectadores con la
televisión, se aprecia una caída considerable -14puntos- el año 2005
respecto del 2002. Este resultado sorprende y significa
unadiscontinuidad con evaluaciones anteriores, incluso entre los grupos
que tienenniveles de satisfacción por sobre el promedio, como es el
caso de las personasde estrato bajo y extrema pobreza. Entre ellos la
caída representa más deldoble que la de los estratos alto y medio-alto
(ver: www.cntv.cl. Encuesta Nacional de Televisión, 2005).
Las principales razones aducidas para estainsatisfacción son, programas
malos (47,2%); pocos programas culturales (35%) ymucho lenguaje grosero
(21,2%). Es decir, a pesar de la enorme adhesión que serefleja a través
de los ratings que conocemos, esta crítica –que también sepueden leer
como demandas- parecen apuntar a una lógica que toma distancia yque
enjuicia.
La TV y los valores en general
La televisión es sin duda un objeto de reflexión sobrevalores
familiares, ciudadanos y morales. Lo hemos ido comprobando en
nuestrosestudios desde los años 90, pero en el último tiempo las
opiniones sobre laprogramación aparecen más complejas, más profundas,
abarcan más temáticas denuestra cultura cotidiana y son también más
críticas. Hoy la TV ya no esúnicamente objeto de estudio o reflexión de
expertos, la audiencia ha adquiridoun grado de experticia – basada en
la experiencia – para tener una opinión acerca de este medio, que
ocupa unlugar central en la vida cotidiana de la mayoría de los
ciudadanos.
La solidez ynivel de elaboración de las opiniones de los televidentes
de todas las edades,dan cuenta de lo incorporada que está la televisión
como tema en nuestrasvidas.
– Enprimer lugar porque sigue habiendo un consumo importante de televisión enfamilia;
– Yporque la televisión abierta sigue siendo el referente más
masivo de contenidossociales que nos permiten compartir una cultura y
reflexionar en torno a ella.
TV y valores familiares
Nuestros estudios demuestran que eldiscurso de las personas sobre la
televisión tiene a un “otro” presente que esnormalmente el hijo o el
hermano menor. Esto es especialmente el caso enrelación a lo que
disgusta de la pantalla, que tiende a coincidir con lo
menosejemplarizador o con lo que pueda impactar emocionalmente.
Es así que respecto de temas comoviolencia y sexo, no sólo los
padres de familia, sino también niños yadolescentes quieren proteger a
otros más vulnerables que ellos por su cortaedad. Es así como este
discurso sobre que lo se debiera ver y lo que no, estámuy mediado por
la presencia de niños en los hogares y se va repitiendo[2]en la medida que los hermanos tienen otros de menor edad.
En nuestro país, por otro lado, lapresencia del otro no es tan
imaginada, puesto que hay un sustento real decifras de visionado
conjunto en el hogar.
La televisión es sin duda una forma de compartir enfamilia, tanto
como las comidas y los paseos. Es así como lo plantean losadultos, los
jóvenes y los niños. Para un importante número de televidentes,
latelevisión puede unir a la familia o simplemente ayuda a compartir.
¿Cómo es que la televisión nos refiere a los valoresfamiliares? Porque
más allá de las cifras de visionado conjunto, que siguensiendo muy
altas, la pantalla televisiva tiene, en nuestro sentido común,
lasignificación de agente socializador de niños y jóvenes. En un nivel
–quizá elmás conocido- la televisión preocupa y sus contenidos se
evalúan en términos desi son apropiados para los más jóvenes. Hemos
visto que los padres, perotambién los hermanos mayores, han
desarrollado esta especie de “antena” –noprecisamente televisiva- y
que esnuestro ya mencionado propio súper yo vigilante- respecto de
laprogramación. Pero por otro lado,están los valores de la celebración
de la comunicación familiar, por ejemplo,cuando tres de cada
cuatrotelevidentes nos afirman que “las telenovelas ayudan a compartir
enfamilia”. O cuando los adolescentes nos dicen que la televisión los
ayuda a poner temas difíciles en la mesa ¿cuáles? sexo,drogas y
alcohol, todos temas que son muy relevantes en esa etapa.
Losvalores cívicos
Pasemos ahora a los valores cívicos y lasreflexiones que surgen al
respecto a propósito de la pantalla. Seguramentedebido a que tenemos la
certeza de que todos los chilenos compartimos unvolumen importante de
contenidos televisivos, nuestra cultura cívica estápresente durante el
consumo televisivo, o en nuestras conversacionesposteriores o en un
discurso introyectado como efecto de ver televisión y saberque otros
hacen lo propio.
En este sentido existe una demanda por unmayor equilibrio en cuanto
al volumen de tiempo y tratamiento de distintosactores sociales en la
pantalla televisiva. Se cree que algunos gozan desobreexposición y de
una imagen favorecida mientras con otros sucede locontrario.
La demanda por un mayor “equilibriosocial” en nuestra televisión sin
duda se basa en la aspiración que latelevisión nos represente como
país, o como ciudadanos. Y a medida que pasa eltiempo, más crítico es
el televidente a una televisión que le da más cabida agrupos con mayor
poder social: los partidos políticos; los personajes de la TV;el
Gobierno y por último los empresarios y grupo acomodados.
Son las personas de estrato más bajo y losmás jóvenes quienes con
mayor ímpetu manifiestan el sentimiento de que la TV nosólo les brinda
poco espacio sino además presenta una imagen negativa de ellos.Así
entonces, existe una creciente demanda hacia la televisión, para que
éstale de cabida a grupos que hasta ahora no han tenido un espacio como
esdebido.
La “contracara” de esto es que el públicopiensa que otros grupos
sociales son retratados favorablemente en la pantalla,como por ejemplo
los partidos políticos, las autoridades de gobierno, losempresarios y
sectores acomodados y la “farándula”. Es decir personas con podery
fama.
Es decir, al ver televisión, las personasparecen estar comparando la
pantalla con lo que para ellos “debiera ser” en sucultura cívica. O
también puede ser que, el mirar la pantalla nos invite apensar en los
otros que componen nuestra sociedad. En uno u otro caso, estoparece un
fenómeno que ocurre especialmente en relación a la televisión y noasí a
los diarios, la radio o Internet, por la cantidad de opiniones y
demandasque este medio genera.
Así también la pantalla nos remite a valores cívicos,como es el caso
de los niños y adolescentes quienes nos cuentan que los ‘reality shows’
les enseñansobre laconvivencia entre pares y agreganque lo novedoso de
ello, es que en esos programas se comparte entre compañerosde distintos
segmentos sociales y formas de vida, lo que se aprecia como unvalor en
sí[3].
Es decir,la televisión también nos hace reflexionar sobre nuestra
sociedad al descubrirsituaciones que rompen con nuestras rígidas
segmentaciones sociales, como es elcaso de estos programas.
A propósito deestas demandas ciudadanas a la televisión, hemos
podido apreciar también queChile cambia. Lo hemos visto a través de las
opiniones sobre la televisión yson muchos los ejemplos. Uno es el de la
representatividad social. En el último tiempo, a lademanda por mostrar
más y de mejor manera a grupos sociales tradicionales, comoson los
sectores populares y los jóvenes recién mencionados, se han
sumadootros. Hoy los televidentes mencionan a los “inmigrantes de
países vecinos”,los discapacitados, los adultos mayores y los
homosexuales. A la vez que hay más grupos sobre losque los
televidentes tienen conciencia, hay también más criticidad sobre
laforma en que aparecen en la pantalla. Cada vez se perfila mejor la
demandapor no discriminar.
La complejidad de estas exigencias es que, como latelevisión también es
“show business”, se reconoce -en una suerte de ‘meaculpa’- que el humor
de los shows de entretención nocturnos se aprovechan deestereotipos
propios de nuestra cultura y que nos hacen reír a costa de
ladiscriminación y el trato desigual hacia minorías e incluso las
mujeres.
De acuerdo alas tendencias de opinión de nuestras audiencias, este tipo
de contradiccionesse hará cada vez más evidente en el mediano plazo y
se le exigirá más cuidado ala programación.
Reflexiones en torno a los valores culturales
Así, la televisión nos remite siempre a otro, hacemosreferencia al
otro en la medida que sabemos que no estamos solos viendotelevisión
–aún cuando nos encontremos solos frente a la pantalla. Entonces
seactiva, ya sea por oposición o por identificación con los contenidos,
el súperyo, evaluando lo proyectado asabiendas que otros son testigos
de lo mismo. En este punto es interesanteregistrar que el televidente
tiende a ser crítico respecto de la TV por lo que pueda “hacerle” a
losdemás, a los niños, a los jóvenes, a los que tienen menor
discernimiento. Lascríticas provienen más bien de un “deber ser”
cultural, lo que “se cree osupone” sería lo bueno para otros grupos
sociales que están expuestos al mismomedio de comunicación.
En cambio, cuando el televidente se sitúa desde elgoce frente a los
contenidos de la pantalla, el aparato se transforma en unasuerte de
compañero íntimo y lasevaluaciones positivas entonces parecieran ser
hechas desde esta visión másantropomorfa de la televisión, con
sentimientos tales como “me entretiene”, “meacompaña”, me es “cercana”,
etc.
El consumo televisivo –a diferencia deotros medios- es un consumo
social con una presencia muy activa de los valoresculturales en los que
fuimos socializados. Las personas al parecer disfrutan lapantalla en
forma individual pero “ven” en forma social, con la “presencia real o
imaginada del otro”. La televisióngenera un efecto reflejo de la
cultura y es a partir de ahí que las ausenciasse nos hacen palpables y
evidentes.
Es entonces el telespectador quien le da sentido éticoal contenido
televisivo. Pero, a la larga, ¿Seguirá la televisión siendo fuente de
modelamientovalórico por acción o reacción? ¿Qué pasará si la
televisión se tecnologiza yse segmenta el consumo? ¿Si los programas
que se comparten en la familia y lasociedad se hacen cada vez más
escasos? ¿Seguirá existiendo esa presencia delOtro que moraliza y nos
identifica? Es una característica propia del medio odel lenguaje
audiovisual?
[1]
Básicamente la “Encuesta Nacional deTelevisión 2005” (CNTV- Chile) y
otros dos estudios. “Informe 8/13: los TweensChilenos”. McCann
Erickson, Research Chile y CNTV 2003; e “Informe 13/17: los
adolescenteschilenos”. McCann Erickson, Research Chile y CNTV. 2005.
(ver los tres textosen: www.cntv.cl).
[2]
Esta situación se ha dado incluso con niños de 8 años, quienes
hablanpor sus hermanos preescolares en relación a los contenidos que
éstos nodebieran ver, o al efecto que ellos perciben, tiene la
televisión en sushermanos menores.
[3] Ver: Informe “Principales Resultados Estudios Género Reality Shows”,Consejo Nacional de Televisión, 2003 (http://www.cntv.cl/medios/Publicaciones/2003/Estudios/Pples_RS.pdf).
[1]
Psicóloga, Universidad Real de Leiden, Holanda. Jefa del Departamentode
Estudios del Consejo Nacional de Televisión de Chile y Directora
delproyecto de Televisión Educativa Novasur de la misma institución. www.cntv.cl